Nos
encontramos con la descripción de una conducta frecuente en nuestra cultura,
frente a la cual se arma una clasificación psiquiátrica y se supone un remedio
“mágico”.
Por
consiguiente, es una nominación que suele abarcar patologías y problemáticas
muy diferentes. Desde las respuestas impulsivas y agresivas de un niño que
siente que su psiquismo estalla frente a las exigencias del mundo, hasta las
dificultades de otro que no tolera las normas, todos son ubicados del mismo
modo.
Considerado un
cuadro psicopatológico o una respuesta a una educación permisiva, las conductas
de los niños que se oponen a las reglas escolares y familiares se piensan como
algo a silenciar más que como un llamado a escuchar.
Beatriz Janin
(Especialista en niñez y adolescencia y docente de U.B.A.), considera que los
adultos presentan dificultades para sostener las diferencias NIÑO-ADULTO, no
pueden ser garantes de un futuro mejor y esperan que los niños los sostengan
narcisistícamente.
Así generan
actitudes y respuestas frente a las que luego se violentan. Son los mismos
adultos los que han convencido a sus niños de que son seres poderosos, que
deben cumplir con todo lo esperado “ya” y si el niño percibe que el otro
responde al ataque en espejo, refirmará su idea de vivir en una selva en la que
hay que defenderse de los otros.
¿A qué se
oponen los niños? ¿ a qué se niegan? ¿qué desafío está en juego? ¿qué nos están
diciendo con tanto negativismo?
Lo fundamental
es devolverles a estas conductas su carácter de incógnita y no de patología, de
poder preguntarnos como ADULTOS, qué nos están diciendo los niños
oposicionistas o desafiantes….
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